miércoles

La fiesta


El momento de la loca manera de existir había llegado, por fin. La razón, sin ser desplazada, había sido calibrada según otras -nuevas- pautas. Ya había sido anunciado, en lo que fue la transición, que lo que llegaba era extrañamente extraño, y muy divertido. Así lo habían expuesto científicos de renombre, artistas, videntes, señoras del mercado y

los vagos de la esquina.

Estos dos últimos conglomerados me habían resultado de lo más confiable, pues la tan suya lenta pausa y ese vacío informal los dotaba de un magnífico poder de observación y de una objetividad y desapego enormes para anunciar la tendencia inevitable del ocurrir.

El día anterior al suceso yo había preparádome una malta, unas tostadas con manteca y me había sentado a mirar el poniente. Así, dormí, y cuando desperté... bueno, es esto,
esto es el momento de la loca manera de existir.




"El momento de la loca manera de existir"


.


Marsopas y camellos se pasean por el balcón del edificio abandonado. Yo los escucho desde el baño y como se ha perdido toda posibilidad de comprensión paulatina salto por el inodoro y entre caños de agua recorro las paredes urbanas, salgo a la vereda, encogida como estoy me recoge una paloma y volando (pero hacia atrás) me lleva. Yo cuelgo de mi pullover que cuelga de su pico. Entonces no le hablo, pensando en que si me respondiera podría caerme, pero dada la loca manera de y la inesperasitud de los eventos, decido, no, digo : -grubprupru- y la paloma, a la antigua manera, me responde: -urubruguru- y me caigo, un rato hasta que mis pompis rebotan en un globo naranja, de esos que llevan personas, caigo como de un tobogán hasta la cesta y digo hola. Son dos. Un niño y un anciano. Me miran y cuando los miro transforman sus edades, ahora el niño es anciano y el anciano es niño y así van cambiando constantemente, asiduamente. Cada vez que los miro. Me hipnotiza la situación y me duermo.


Pero esta es la loca manera de dormir y despierto en otro contexto.


Camino, es la selva, jirafas y bambúes, un oasis y un jeep. Manejo un par de momentos, llego al cementerio de elefantes y todos a la vez despiertan. No me gusta tanto esto. Corro, me escondo dentro del hueco de un árbol y me duermo. Despierto en una montaña rusa, que sube lentamente -¡No!- (detesto las montañas rusas), me duermo y corro por el patio de un colegio, me persiguen unas nenitas, me alcanzan, caemos, rodamos por unas escaleras, nos ve la directora -¡A dormir!- gritamos al unísono y estoy en una cama, desnuda. Junto a mi, un tipo me acaricia la espalda, huelo el sexo y vuelo lejos. Con excelentísima confianza me lanzo por la ventana y salto entre los techos y bajo por una baranda a la nocturnez callejera y corro, corro con una euforia insostenible, pero existente por el loco momento. Sólo entonces me percato del enorme y nuevo poder mágico. Me acuesto en el pasto y duermo. Estoy en una playa, sobre las olas miro el vaivén de la arena. Me sumerjo profundo. Llego y veo la fiesta. Todos nadando una suerte de grooving dance, a lo jazz madness. Me seduce la sal que acaricia mi piel y absorbo todo lo que dure el momento de la loca manera de existir.









2 comentarios:

  1. jajajajajj seee "la loca manera de existir" es mi filosofía de verano, y me veo envuelta en situaciones preocupantemente similaress jajaja
    beso capa
    mori

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  2. que buena onda la loca manera de existir, un 10

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