jueves

FUNky rOad. (primer episodio)










Es eso.

un enorme darse cuenta q me ha caido encima.

como un baldazo de agua fría.

o como una tormenta tropical, de tibia agua oceánica derrumbándose sobre mi eléctrico cerebro.


Cómo sería retornar al origen sin haber completado la vuelta. El camino que pisan mis pies es, a veces, el camino que realiza mi Alma. Otras, el andar errante me hace perder el pulso. Aun así me llevo hacia el mundo de mis juegos con este estar de adulto. Yo soy la perla de mi océano. Yo fui la ostra que la ocultó. Seré la mano que la recoja.


Mi sueño detonante se ha devorado todo lo que en mi oscurecía. En aquel soñar estaba yo durmiendo en una estación de tren. La luz tenue de las lámparas anaranjadas daban a la escena un aire musical. Parecía que en cualquier momento llegaba el tren y se bajaba un trío de músicos negros vestidos con trajes de lentejuelas. Celeste, rosa y dorado. Unitonales. Atinado parecer onírico, pues entonces llegó el tren. Enteramente rojo y moderno. Parecía funcionar con unos molinos que llevaba en el techo. No se veían cables. Sí brillaban los rieles sobre los que avanzó hasta detenerse en la estación y despertarme para presenciar el colosal despliegue sonoro que se posó sobre el andén. Tres señores, negros, vestidos de traje (uno celeste, el otro rosa, el otro dorado). Sí, de lentejuelas. Uno bailaba con un contrabajo, otro llevaba un teclado pequeño que sostenía con el brazo izquierdo y tocaba con la mano derecha y el tercero tenía colgando delante de sí un tambor, un hi hat y un crash. Se veía gracioso, el batero andante. Ellos bailaban al tocar seduciendo el espectro lumínico que sorpresivamente se acopló al “show” variando colores e intensidades. Bailaban mientras tocaban y se conducían decididamente hacia mi. Yo, despeinado, los miraba acercarse. Me rodearon con su música y no pude evitar levantarme y bailar. Entonces me vi. Llevaba también un traje de lentejuelas. Mi color era el verde. Un verde claro, como de agua. Y en mis manos tenía una trompeta que misteriosamente sabía tocar a la perfección por lo que me convertí en el canto trompefante de este cuarteto. Bailando, los cuatro, subimos al tren. Sonábamos meloarmonías intransigentes. Éramos la esencia de un viento que por milenios se había quedado atascado en el desierto sin poder mover otra cosa que arena. Chocando entre médanos estaba imposibilitado de salir. Yo supe eso porque vi la imagen, y esa imagen se convirtió en el destino del tren, que se detuvo en una estación de arena blanca. Con tonalidades rosadas,porque el Sol amanecía. Allí descendimos los cuatro. Sin dejar de sonar nos acercamos a un señor que parecía recién despertado sentado en su banco. Tenía también un traje de lentejuelas. Violeta. En cuanto lo rodeamos sacó una guitarra de abajo del asiento, eléctrica pero inalámbrica. Y azul. Marino. Mientras todo el sonido se hacía sopa, guiso, budín, flan! Una señorita con vestido de lentejuelas negras se acercó a nosotros. Tenía un micrófono en su mano y en su boca vibraba: Sammertaaaaaiiiiimmmmm iu biliv it´s iziiii….. su voz era el hechizo que despertaba al mundo, mi alma sentía la fusión y entonces levanté la mirada. Todos me miraban. A cada uno miraba yo. Todos eran yo. Hasta la mujer. Entonces me desperté. En la vida real. Y supe que mi alma ya no oscurecía. Había pasado el largo invierno. Ahora amanezco.

1 comentario:

  1. quiero saber q pasa en la segunda parte!!! no puedo esperar para ver como termina la canción

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